Madrid siempre ha tenido dos caras: la del bullicio oficial de la Gran Vía y la de los rincones escondidos donde poetas, escritores y periodistas se dejaban la voz (y muchas veces la madrugada). Entre humo de tabaco, cafés interminables y copas de jerez, se forjó una ciudad bohemia que todavía hoy se puede recorrer si sabes dónde mirar.
Lorca y la alondra en Santa Ana
Federico García Lorca llegó a Madrid en los años 20, y aquí encontró inspiración y amigos en la famosa Residencia de Estudiantes. Entre paseos por el Prado y tertulias en cafés, fue componiendo versos que aún parecen resonar en el aire. Hoy, una estatua con una alondra en la Plaza de Santa Ana recuerda su paso, justo en un barrio que sigue respirando arte y literatura.
El poeta granadino vivió sus años madrileños entre las tertulias del Café Gijón y paseos inspiradores por el Paseo del Prado. En esos rincones encontró un refugio creativo, y hoy una estatua con una alondra en la Plaza de Santa Ana recuerda su huella bohemia en la ciudad
Hemingway y las barras infinitas
El escritor norteamericano se enamoró de Madrid hasta el punto de volver una y otra vez. Su refugio favorito era la Cervecería Alemana, en la misma Plaza de Santa Ana, donde tenía mesa casi en propiedad. También era habitual de La Venencia, una taberna de olor a madera y botas de vino que sigue anclada en los años 30. Allí todavía se sirve jerez sin modernidades, igual que cuando Hemingway pasaba por la barra.
Hemingway tampoco se quedó atrás. Alternaba entre las cañas de la Cervecería Alemana (donde tenía mesa propia)[4] y los tragos de La Venencia, la bodega de jerez que sigue anclada en los años 30
El Callejón del Gato y los espejos deformados

Si quieres entender de un plumazo qué es el esperpento, pásate por este rincón escondido junto a la calle Alcalá. Los espejos cóncavos y convexos inspiraron a Valle-Inclán para retratar la España deformada en Luces de Bohemia. Mírate un segundo y sabrás por qué aquí empezó la sátira más canalla del siglo XX.
En el Callejón del Gato te toparás con espejos deformantes que inspiraron a Valle-Inclán a crear el esperpento[6]. Mírate en ellos y entenderás por qué este rincón es la cuna de la sátira más canalla del 1900. La Librería de San Ginés, abierta desde el siglo XVII, es un paraíso de libros viejos[7] donde curiosear es viajar en el tiempo. Y justo al lado, la Chocolatería San Ginés (fundada en 1894) tiene su propio guiño literario: Valle-Inclán la rebautizó como «Buñolería Modernista» en Luces de Bohemia[8]. No hay plan más castizo que unos churros con chocolate de madrugada, imaginando tertulias de poetas tras una noche de farra.
Librerías y cafés con memoria
La Librería de San Ginés, abierta desde el siglo XVII, es uno de esos sitios donde perderse entre volúmenes viejos y ediciones raras. A dos pasos, la Chocolatería San Ginés guarda también una huella literaria: Valle-Inclán la rebautizó como “Buñolería Modernista” en su obra. Imagina a los escritores de principios del 1900, cerrando la noche con chocolate con churros antes de volver a sus pensiones.
Otro clásico es el Café Gijón, todavía en pie en el Paseo de Recoletos. Fue el epicentro de tertulias literarias, políticas y artísticas durante décadas, y aunque hoy conviven turistas con parroquianos de toda la vida, sigue teniendo ese aire de refugio bohemio.
Madrid, ciudad de letras
Toda esta herencia se siente también en el Barrio de las Letras, donde cada acera recuerda frases de Quevedo, Lope o Cervantes. Aquí es donde el Madrid literario se mezcla con el moderno: bares pequeños con microescenarios, librerías con cafés escondidos y calles que todavía parecen escritas en verso.
Dónde dormir para saborear este Madrid bohemio
Después de perderte entre cafés históricos, librerías y tabernas de escritores, lo mejor es tener la cama cerca. Para eso están los alojamientos de Bossh Hotels en Madrid:
Hostal Isabel, en Majadahonda, perfecto si quieres tranquilidad a un salto del centro.
Bed Madrid Rooms, en pleno corazón madrileño, ideal si lo tuyo es caminar desde Gran Vía hacia todos estos rincones literarios.
Con ellos tienes la base perfecta para vivir la ciudad de los poetas y escritores, pero a tu ritmo.